13 abr 2016

Entre inclusión y convivencia en la escuela

En estas últimas semanas, he leído diferentes opiniones referidas a dos palabras en la escuela "inclusión" y "convivencia", refundado en ocasiones por artículos en revistas en términos como "Mejorar la convivencia para avanzar en la inclusión".
Estas lecturas no me han dejado indiferente, quizá por mi trayectoria laboral previa, me han removido algo por dentro.
Está claro que la escuela no es todo lo inclusiva que debería ser, y tampoco respecto a la convivencia da el máximo de sus capacidades en muchos casos, pero centrándome en un caso concreto que son los niños/as con problemas determinados, que bien pueden ir desde el síndrome de down, al autismo, o a cualquier situación interna o externa que les hace más compleja su escolaridad, ¿cómo podemos mejorar su situación al incluir nuestras palabras de partida en su realidad?

Alex y Carmen, jugando con el móvil

 En la época del año que estamos muchas familias tienen la discrepancia entre llevar a los chicos/as a un colegio con la etiqueta de "especial" o a uno con la que tiene un "normal", y estas etiquetas responden de alguna manera a esa percepción de la no inclusión que a veces tienen estos pequeños. Y ¿por qué?. Ayer estuve en una presentación de la Unidad de Apoyo a la Diversidad e Inclusión de la Universidad Complutense, y uno de los miembros de la mesa, utilizó un ejemplo para explicar un poco la situación, que me permito describir.
- Tengo ante mí un plato con caramelos.
- Y quiera o no quiera, pese a que los hay de muchos colores.
- Yo solamente veo los de fresa.
 

Así siento yo esta dicotomía, cuando en la escuela hay un niño/a distinto/a las miradas se van sobre él/ella, pero no buscamos la forma de que su visibilidad sea la misma que la de cualquier otro, y no me refiero a taparnos los ojos, sino a ayudarle a que tenga las mismas oportunidades que los otros.
Así hay que hablar de inclusión, porque sigue siendo una palabra utópica en muchas situaciones, y desde muchas escuelas y aún más profesionales, y no pasa nada por "ver el caramelo de fresa" o ver al peque con problemas, si esto sirve para facilitarle unas escaleras mecánicas, o un baño más amplio, o una adaptación en los tiempos, o un material con las letras de mayor tamaño, o... cualquier cosa que le permita sentirse, eso, un caramelo como cualquier otro del plato.
Pero una vez superada la barrera de la inclusión, no podemos dejar a un lado esa convivencia, necesaria y enriquecedora, que se fundamenta en esa diferencia que todos tenemos y somos, en esa diversidad que da color al aprendizaje, y que construye.
Así pues, lejos de ser dos palabras, son una sola que se complementan mutuamente. Esperando, que al llegar estas fechas cada año, muchas familias puedan escoger de forma libre el colegio para sus hijos/as teniendo la certeza de que tendrán todos las mismas oportunidades.